miércoles, 24 de octubre de 2018

LAS VIDAS DE LA HOJA



Ver cómo la hoja cae a la tierra húmeda de otoño es la imagen ancestral y perpetua que vive en la mente del que observa.
En su descenso, silenciosa, solo tocada por el roce del aire, la hoja semiseca, en su liviandad aún persevera y resiste unos segundos.
Unos segundos que son una eternidad, pues este gesto de la naturaleza lleva siglos produciédose.
Lo que antes estuvo fresco y lozano tiene que aceptar su destino.
Todo es vanidad bajo el Sol.
Antes de tocar el suelo han pasado por el mundo eones de sueños, algunos consumados y otros no.
No ha llegado aún a ser humus cuando un transeúnte de mediana edad la recoge y en el calor de esa mano que la toca queda todavía esperanza.
La persona la mira, acaricia con suavidad  las desdibujadas líneas de la hoja y recuerda momentos dulces en los que besaba el cuerpo desnudo de su amante.
Una lagrima cae posándose incierta en el borde de la hoja y lo que nunca esperaría en su último recorrido es que alguien la besara( gesto infinito de unos labios que atesoran sueños vividos).
No lo sabemos, nadie llegó a ver qué fue de la hoja.
Unos dicen que se la guardó en un bolsillo, otros que la arrugó en sus manos y la tiró al suelo.

Dejemos vagar los pensamientos:
Coger la hoja o dejar que siga su senda de reciclaje natural. Llevarla al hogar y hacer un bonito adorno con ella.
Guardarla como  amuleto o como alimento para el corazón.


                             YOLANDA






domingo, 16 de septiembre de 2018

EL CUERVO O EL HAMBRE DE POESÍA.



- Yo soy poeta.-  Dijo la mariposa.
- Tienes unos colores divinos.- Le contestó el cuervo.
- Te hablo de esencias que no se ven.- Dijo ella mientras se mesaba los ocelos.
- ¡ Oh sí querida!- Suspiro él.

Un rayo de sol iluminó  las alas de la mariposa haciendo que brillaran aún más sus colores.
El cuervo siempre fue cuervo, nunca dijo de sí mismo que fuera otra cosa. De un solo picotazo se zampó a la mariposa.
Satisfecho su sentido del arte, oteando el horizonte alzó el vuelo en busca de otras tonalidades.

YOLANDA.


domingo, 15 de julio de 2018

LAS BUENAS INTENCIONES


        Conozco un columpio que se encuentra en el fondo del bosque. Cuando estoy triste me subo a él. Me balanceo hacia adelante cogiendo impulso fuerte hasta llegar bien alto. Arriba hay demasiadas ramas que ocultan el sol y en el suelo mis pies rozan el barro. Últimamente he visto varias veces un cuervo negro. Al principio lo miraba como si fuera parte del paisaje. Pero me llevé una gran sorpresa cuando en vez de graznar como haría cualquier cuervo, éste empezó a hablar. Sus mensajes han pasado de ser encriptados a sonar con un lenguaje mucho mas claro. Quiere que salga de este bosque oscuro donde me he camuflado. Pero le he dicho que desde que el lobo fue tan cruel conmigo no soy capaz de relacionarme con el resto de los mortales. Ese personaje tan desagradable que soltaba dulzura por su boca al final sacó bien sus colmillos. Y de qué manera! Su lengua encarnada era todo odio. Y yo que sólo queria su amistad...
Alguien puede pensar que el cuervo tiene razón y debo salir pero...permitidme que ya no crea en las buenas intenciones.
Así que me sigo columpiando en la oscuridad del bosque donde, de vez en cuando, un rayo de sol se refleja en el agua del lago y entonces sonrío.
Los reflejos tienen otro color y si te acercas al borde y tocas con los dedos la imagen reflejada se distorsiona, como las buenas intenciones.

Hace mucho que no me llaman Caperucita Roja. Ahora mi capa es de color marrón como la tierra y así deseo que siga siendo. El cuervo sabe muy bien de lo que hablo y agradezco su compañía. 




domingo, 20 de mayo de 2018

LA LUNA TAMBIÉN SE HASTÍA


Hubo un poeta inglés, natural de Salisbury (ciudad de Wiltshire) que solía vagar en las noches de luna llena por los alrededores de Stonehenge. Algo supersticioso, nunca se atrevía a posar sus pies en el centro del templo celta. Ya de antiguo se escuchaban leyendas de hechizados que habiéndose situado en el centro de dicho lugar, se producía en ellos una especie de posesión que los inducía a cometer actos extraños de los cuales, tiempo después, no supieron si habían sido verdad o fruto de su imaginación.
Así el poeta caminaba meditabundo en busca de inspiración. La luna de belleza fantasmal le observaba mientras crecía y cuando menguaba. 
Una cálida y espesa noche de plenilunio el poeta salió como de costumbre a dar su largo paseo. Esta vez el satélite tenía una luz especial o él estaba especialmente susceptible de ser absorbido por ella. Todos los poetas se sienten atraídos magnéticamente por la luna. Es algo tan fuerte que nadie que posea esa sensibilidad puede sustraerse a su influjo, ni siquiera aquellas o aquellos que no escriben versos. La licantropía es uno de esos males que aún pululan por el mundo.
Nuestro poeta un poco cansado y fascinado por la luz íntima se sentó apoyando su espalda en una de las columnas de piedra de cara al interior del círculo. Sacó su petaca y dio un trago de licor. Cogió su pipa del bolsillo la llenó de tabaco y encendió la yesca para prenderlo. No se sabe cómo el artilugio salió volando hacia el centro del templo. Por inercia se levantó a cogerlo. Una vez en sus manos levantó la vista hacia el cielo. Esplendorosa la luna le habló así:
     - Buscas cada día unos versos nuevos que escribir. Grabas en tu memoria las imágenes que te conmueven, las transformas y le das vida en tus escritos.  Te fijaste en mi y quieres que todos los días te susurre al corazón palabras de amor, deseos de unión, eternidad de abrazos, continua presencia y que te saque de tu dura existencia.

Hubo un momento de silencio. Boquiabierto se le cayó la pipa y la yesca al suelo. Por unos instantes le pareció que la luna lloraba. Unos suaves suspiros se escuchaban. Volvió a escuchar su voz de plata a modo de reproche:

     -No te das cuenta de mi condición, siempre colgada en las alturas, siempre creciendo, menguando y desapareciendo sin poder evitarlo. No quieres entender que mientras la personas deambulan de un lado para otro, yo he de permanecer aquí, custodiando deseos, escuchando oraciones, súplicas y desdichas. 
No puedo hacer más de lo que hago y no pienses que eres una marioneta en mis manos blancas, también tú puedes ignorarme cuando te venga en gana.

Volvió el silencio. La luz se hizo más opaca. Dio unos pasos hacia atrás dejando los dólmenes que forman el círculo sagrado. Totalmente embrujado giró sobre sus pies y volvió a casa como alma suspensa en una nube.
Abrió la ventana de su cuarto para verla otra vez, pero ya amanecía y no quedaba rastro de ella. Cogió el cuaderno de la inspiración y escribió hasta bien entrada la mañana.

El reloj de la pared dio tres campanadas, pam, pam, pam. El poeta despertó, vio la ventana abierta y el cuaderno abierto repleto de versos. No podía entender si había sido un sueño o la luna le había hablado de verdad. Miró afanosamente en su chaqueta para fumar su pipa y no la encontró. La yesca tampoco estaba.
Entonces sonrió para sí mismo. En su último paseo había encontrado lo que buscaba.