lunes, 13 de febrero de 2012

EL BOSQUE DEL FIN DEL MUNDO

   



     - ¡Vamos Alicia, comienza a leer!

Ella lo ha titulado “El bosque de El fin del Mundo”  Su voz grave comienza leyendo:
          -Nadie ha contado jamás cuantos seres lo componen. Me voy adentrando en sus secretos. Existe tanta vida, tanta variedad de especies, muertes y nacimientos, que es imposible de cuantificar. El registro de toda forma viviente es apuntado por el espíritu del bosque en las tablas del cielo. Nada concebible para la mente humana...

   "Tengo que decirlo, no me siento bien, ya no puedo continuar"

...Ahora un ave levanta el vuelo, es pequeña, es posible que otra depredadora acabe por cazarla. A pesar de intuir el peligro ella vuela.
En este bosque los matices cromáticos son imposibles de abarcar con una sola mirada.
El verde claro de una especie de árbol se mezcla con el más oscuro y ambarino otoñal. No puedo distinguir el tono que pertenece a cada cual. Las flores y matojos se pelean en busca de los poderosos rayos de Sol, iniciadores de toda especie. Rojos, violetas, naranjas, amarillos, salpican la vista.
En este bosque nada es lo parece. Cuando cambio el movimiento de mis ojos hacia otra dirección y vuelvo a la anterior posición, lo que habita en ese momento  se transforma a la velocidad de un pestañeo...

    "Estoy seguro de que lo van a sentir tanto o más que yo. Me siento fatal"

        ...En el centro vive un viejo lago que dulcifica y refresca el paisaje azul. En la superficie de espejo se mira el cielo. La línea horizontal que los divide es apenas perceptible formando un todo salvaje y profundo. Sus moradores son pacíficos y observadores. Hay rituales de apareamiento entre aves que son más intensos cerca de este lago misterioso. Pequeños mamíferos buscan con que alimentarse. El pequeño roedor no pasa inadvertido a la serpiente que repta silenciosa. La serpiente es atrapada por el águila culebrera. Segundos más tarde el águila muere vieja cayendo al suelo de matorrales donde la comadreja la devora sin piedad...

      "Esta lectura me recuerda la filosofía de los contrarios."
 
        ... Los restos son devorados por las hormigas y éstas cuando cumplen su función de limpieza son alimento, a su vez para microorganismos que nutren la savia que corre por un gran roble milenario. Es tan exuberante que se distinguen los cambios en su corteza, las hendiduras de la edad, las ramas retorcidas y algún que otro nido de pájaro carpintero. Decido descansar bajo su agradable sombra y escucho la música que se desprende del balanceo de sus hojas al rozarles la brisa. Su savia me cuenta  los secretos cíclicos de la existencia. Susurra en el idioma del Anima Mundi que todo fenece  donde se  halla muy presente  la vida.”



                                                 Extraído de la novela " El mensajero"
                                                                de Yolanda  R.